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Un franco, 14 pesetas  

Publicado por alinatijesus

Peliculón ejemplo como se puede hacer buen cine español y con productos asi se puede revitalizar nuestro cine.

Tener a Carlos Iglesias de director en su opera prima, lejos de la imagen de PEPELUS y con una seriedad que sienta las bases para el futuro.

La peli me toca mucho porque tengo unos grandisismos amigos rumanos y me pongo en su piel y pienso lo duro que tuvo que ser para ellos dejar su país, pero una cosa que a veces no piensas y que te deja la peli muy claro es que si es duro dejar tu país casi, a veces, es mucho mas duro la vuelta.

Lo que me deja claro una vez mas, algo que siempre tengo presente que cada uno de los inmigrantes que tenemos tiene una historia detrás que la mayoría de las veces es durisisima y esto no se nos debería de olvidar.

1 franco

Sinopsis

España 1960. Dos amigos, Martín y Marcos, deciden marcharse a Suiza en busca de trabajo. Dejan a sus familias en España y emprenden un viaje hacia una nueva vida en la Europa del progreso y las libertades. Allí descubrirán una mentalidad muy diferente, a la que deberán adaptarse trabajando como mecánicos en una fábrica y viviendo en un pequeño pueblo industrial. Con la llegada de Pilar, la mujer de Martín, con su hijo Pablo, y de Mª Carmen, la novia de Marcos, se les termina la vida de hombres solteros que llevaban en un país con tanta libertad. El trabajo sigue siendo el día a día de Martín y Pilar, mientras el pequeño Pablo comienza a ir al colegio y a integrarse. Con la muerte del padre de Martín, se plantean que lo que habían ido a buscar ya lo han conseguido y es hora de regresar. Para su sorpresa, será más difícil la vuelta que la ida.

 

EL NIÑO DE LA PELICULA SOY YO

rodaje2 Mi padre dice que los mejores años de su vida fueron los que pasó en Suiza, de 1960 a 1966. Vivir allí nos abrió los ojos y fue muy difícil encajar la vuelta. Eran años difíciles: mi padre y su amigo eran dos oficiales de primera en la mejor fábrica del momento en España y no podían pagar su propio piso. Por eso vivíamos con mis abuelos en el sótano que les correspondía por ser porteros en una finca del barrio de Argüelles.

Tiempo después de haberse marchado mi padre y su amigo a Suiza, un día mi madre me cogió, me llevó al tren, pasamos muchas horas de pie en el vagón, y… ¡llegamos a un jardín! Salí de un sótano y me llevaron a un lugar maravilloso con un río, bosques, donde podía ir con la bicicleta en verano o jugar con el trineo en invierno. He rodado en la casa donde me crié y a día de hoy, al abrir las ventanas, el paisaje sigue siendo el mismo que veía cuando era niño. Allí, desde el primer momento, aprendimos que “lo que es de todos es más mío que lo mío”, y no lo he olvidado nunca. 
Cuando volví a Madrid, ya con doce y trece años tenía discusiones con los otros chavales porque decían que los niños nacían… ¡por el ombligo! Yo alucinaba porque a mí me habían dado educación sexual en el colegio. Aquello era un mundo impensable para los españoles, con lagos nudistas, bailes donde sacaban a bailar las chicas, quienes llevaban la iniciativa sexual, además. Las suizas se sentían muy halagadas con los piropos. Incluso vi debates en televisión sobre por qué las mujeres suizas se casaban con italianos y españoles, que qué estaba pasando.
Cuando me anunciaron que nos veníamos, para mí fue algo normal, no me impresionó. Tenía la idea de que en España estaba mi familia, mis abuelos, mis tíos. Lo traumático fue cuando ya estaba aquí. Desde que tengo 18, he ido todos los años a Suiza. Y a mis mejores amigos siempre les he llevado a conocer donde viví. Suiza tiene ahora 7 millones de habitantes y 2 millones de inmigrantes. Allí siguen viviendo 90.000 españoles.
Les reproché mucho a mis padres haber vuelto. Pero cuando escribí el guión de esta película, me decía que de haberme quedado en Suiza igual hubiese sido mecánico fresador en vez de actor. En cualquier caso ésta es una historia contada desde la perspectiva y la comprensión que da el tiempo, y desde la ternura y humanidad que da el haberla vivido.

 

rodaje franco

CRITICA

CRÍTICA por Manuel Márquez

  Ya sé que a ese colectivo informal de personas (más amplio de lo que a uno le gustaría que fuera, pero no por ello menos respetable ni merecedor de ser tenido en consideración) instalado en el de-nuesto permanente y ácido del cine español, todo lo que de bueno se pueda decir acerca de una película manufacturada en nuestro país no les va a mover un ápice de su posición. Es lo que tienen las posiciones de crítica sistemática: basadas en una serie de lu-gares comunes y en un conjunto de clichés generalizadores, la po-sibilidad de “sucesos excepcionales” no está contemplada en su código de actitudes y enjuiciamientos, y, en consecuencia, se cie-rran en banda ante la posibilidad de que eso se pueda producir. Peor para ellos: en el caso de "Un franco, 14 pesetas", se pierden la posibilidad de disfrutar con un pedacito de cine hermoso, entrete-nido, tierno y humano, muy humano.

clip_image001  Y es que esta primera película, co-mo director, del celebrado actor (fun-damentalmente, televisivo) Carlos Iglesias, resulta sorprendente por la excelencia de un resultado muy por encima de sus pretensiones. No se trata, ciertamente, de una pelí-cula grandiosa, ni por su factura técni-ca —sencilla y muy poco artificiosa, aunque sí se trata de una película ela-borada con el suficiente cuidado co-mo para que la recreación ambiental del tiempo y el lugar de la historia re-sulten absolutamente creíbles—, ni por lo profundo de sus enunciados —la historia también es un evento cotidiano, común, alejado de cual-quier épica, ni colectiva ni individual, aunque eso no es óbice para que esté muy bien trabada desde el punto de vista dramático—, pe-ro el autor ha puesto en la misma una mirada tan cariñosamente personal, se le nota tanto que nos está transmitiendo una vivencia muy cercana, que, ante ello, cualquier elemento formal o temático sobre el que podamos entrar en valoraciones queda, de manera ine-vitable, minimizado, encogido.

  En cualquier caso, he de insistir en que, desde esa premisa de sencillez y escasa pretenciosidad, "Un franco, 14 pesetas"presenta una factura formal bastante cuidada, en la cual des-taca, sobremanera, un trabajo de dirección artística verdade-ramente encomiable, que nos transporta de una manera tan viva como precisa tanto a esa España mugrienta y pobre de los prime-ros años 60 como, en contraste, a una Suiza próspera, rica y her-mosa, la encarnación del mito de Eldorado al alcance de una emi-gración ávida de mejorar su triste situación económica. Resulta evi-dente que hay una intencionalidad clara en remarcar los términos de ese contraste, aunque en ningún momento se pueda atisbar en el mismo un sentido de crítica profunda desde una perspectiva so-cial (las aristas están pulidas, hasta el punto de que si hay algo que aleja a esta amable y tierna comedia de un cierto regusto ber-languiano es, precisamente, esa falta de retranca y acidez), sino, más bien, el retrato fiel de lo que fue la vivencia personal de los he-chos —que, en todo caso, resulta muy creíble en términos dramáti-cos—.

clip_image002 También el film nos ofrece una historia que engancha, una peri-pecia personal humilde, pequeña, desde una perspectiva objetiva, pero que se engrandece por el án-gulo de la mirada: la —admirativa— del hijo que, desde su corta estatura, y su dificultad para comprender cier-tas cosas, contempla a su padre co-mo un hombre cabal, íntegro, aunque no se trate de ningún héroe (sólo en algún episodio concreto hay, quizá, un punto de exceso en ese sentido); en suma, y como decía aquella can-ción de Silvio Rodríguez, por lo me-nos, querible. Es admirable, desde luego, la esquizofrénica capaci-dad de Carlos Iglesias para desdoblarse, mágicamente —y es que el tono de la narración nunca pierde ese punto de encanto, de lumi-nosidad, de dulzura, siempre al borde del abismo de la ñoñería, pe-ro sin caer nunca en él—, en el Iglesias-actor-padre (conteniendo siempre una vena histriónica subterránea, y ofreciendo una compo-sición muy tierna y muy humana del personaje) y el Iglesias-direc-tor-niño (el dueño de esa mirada que posa sobre su padre, no tanto como exponente de un fenómeno social —el de la emigración es-pañola de los años 60—, que queda muy bien retratado, quizá co-mo efecto colateral, sino más bien como un referente básicamente personal). Y su pulso narrativo y su capacidad para dotar a la histo-ria de una continuidad y uniformidad de tono y talante admirables —ese de comedia salpimentada con ligeros pasajes de contrapun-to agridulce, no siempre fácil de conseguir— nos demuestran tam-bién que, tras unos antecedentes un tanto “engañosos” (por decirlo de alguna manera), se halla un hombre con las ideas muy claras acerca de cómo se hace “esto de las películas”.

  No quisiera cerrar esta reseña, porque me parecería una tremenda injusticia, sin hacer mención al trabajo interpretativo de la compa-ñera principal de reparto de ese Iglesias-actor al que antes he aludi-do, que es Nieve de Medina: su composición, sobria, medida, que jamás hace sombra al dueño absoluto de la función, es uno de los elementos más convincentes, en este rubro, del film, y creo que se hace digna acreedora a cualquier reconocimien-to formal que, en su momento, se pueda plantear. Trabajos mucho menos convincentes se han visto premiados en los más diversos ámbitos, con lo cual sería de la más “cajoniana” lógica el que esta actriz, siempre tan sólida y tan creíble (en esta película, una vez más, también), los obtuviera por mor de este papel.

clip_image003  Supongo, amigos lectores, que de-cirles, a estas alturas de escrito, que "Un franco, 14 pesetas" es una pelí-cula que me ha sorprendido muy agradablemente, por sus bondades, y que me ha gustado mucho, mucho, sería como una especie de pequeño insulto, una puesta en cuestión bas-tante insolente de sus (obvias) capa-cidades deductivas. Se impone, pues, supongo, y para compensar, una con-fesión (quizá impúdica, no sé): alguna secuencia hubo en la que este humil-de escribiente tuvo que deshacer, no sin trabajo, y sin perder la sonrisa, cierto nudo en la garganta. Hacía muchos, muchísimos años que eso no me pasaba en un cine. No debe ser casual. Gracias, señor Iglesias, muchas gracias, y le espero en la próxima. No tarde, a ser posible...

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