MI CRITICA:
fui al cine con mi niño y mi chica a verla, tras un tiempo sin pisarlo y la verdad es que al niño le encantó, muy en la linea de la primera, me da la sensación que tarda en entrar en acción un poquito pero despues tiene como muchos mas efectos que la anterior, a mi ALI lo que mas le gustó es cuando los monos empiezan a luchar: patada,patada, tortazo, patada, tortazo, jejej le dio la risa. y a mi me ha gustado mucho como todos se ven en color y los mafiosos en blanco y negro
ENTRETENIDA y para pasar un buen rato de cine sin muchas pretensiones
SINOPSIS
Larry Daley (Ben Stiller) se ve obligado a decir adiós a todos sus amigos cuando deciden hacer el Museo de Ciencias Naturales más "interactivo" y sustituyen todas las figuras por hologramas. Sus amigos históricos son empaquetados y enviados a los archivos del Smithsonian en Washington, D.C., el museo más grande del mundo. No han pasado ni 24 horas cuando Larry recibe una llamada de Jedediah, el cowboy en miniatura, y descubre que la tabla de Ahkmenrah ha sido extraviada y esto ha hecho que el Smithsonian cobre vida. Para salvar a sus amigos, Larry tendrá que viajar a Washington, D.C. y luchar contra Kahmunrah, Al Capone, Iván el Terrible y Napoleón, que han planeado un complot para apoderarse del museo, y después del mundo.
Dirección: Shawn Levy.
País: USA.
Año: 2009.
Duración: 105 min.
Género: Comedia, familiar.
Interpretación: Ben Stiller (Larry Daley), Amy Adams (Amelia Earthart), Owen Wilson (Jedediah), Hank Azaria (Kahmunrah), Christopher Guest (Iván el Terrible), Ricky Gervais (Dr. McPhee), Alain Chabat (Napoleón), Robin Williams (Teddy Roosevelt), Steve Coogan (Octavio), Bill Hader (general Custer), Jon Bernthal (Al Capone).
Guión: Robert Ben Garant y Thomas Lennon.
Producción: Shawn Levy, Chris Columbus y Michael Barnathan.
Música: Alan Silvestri.
Fotografía: John Schwartzman.
Montaje: Don Zimmerman y Dean Zimmerman.
Diseño de producción: Claude Paré.
Vestuario: Marlene Stewart.
Estreno en USA: 22 Mayo 2009.
Estreno en España: 22 Mayo 2009.
CÓMO SE HIZO "NOCHE EN EL MUSEO 2"
Notas de producción © 2009 Hispano Foxfilm
1. El proyecto
La película "Noche en el Museo" planteó una pregunta candente que a todos los que han visitado uno les ha venido a la cabeza: ¿Qué les sucede a todas las piezas del museo cuando se apagan las luces y los visitantes se van a casa? La deliciosamente imaginativa respuesta dio vida a una tropa de personajes irreverentemente divertidos, simpáticos e inteligentes sacados directamente de la historia, incorporándolos a una aventura en la que intervenían hombres de Neandertal, vaqueros, presidentes de los EE.UU., dinosaurios e ídolos de la Isla de Pascua. Todos se unieron a un guarda nocturno que fue capaz de triunfar por primera vez en su vida después de haber descubierto el poder del conocimiento y el placer de la amistad inesperada. Pero, ¿cuál podría ser el siguiente paso de Larry Daley? Los realizadores de Noche en el Museo sabían que si Larry iba a emprender otra asombrosa odisea, ésta tenía que ser un tinglado de primera –en cuanto a tamaño, aventuras y lo que Larry se jugaría. ¿Cómo lograr algo de proporciones aún más ciclópeas que el Museo de Historia Natural de Nueva York? ¿Dónde podría hallarse un museo aún más grande, rebosante de una colección de piezas incluso más pasmosa –desde criaturas prehistóricas hasta cohetes de la Era del Espacio, pasando por obras de arte medievales- y donde las posibilidades de emociones, situaciones cómicas y la prueba definitiva de la lealtad y el valor de Larry superaran todo lo conocido si todo cobrase vida repentinamente? Sólo había una respuesta. Y condujo directamente a la capital de los Estados Unidos y al único museo financiado por nosotros, los contribuyentes: la magnífica Institución Smithsonian. “Queríamos que todo cuanto hicimos en la primera película fuera no sólo mayor sino mejor en la segunda”, explica el director Shawn Levy, que repite en el puesto. “Queríamos que la odisea de Larry resultara aún más cautivadora, que le ayudase a encontrar el camino que le devolviera a lo mejor de su personalidad, de lo que tuvo un atisbo en Noche en el Museo. Ben Stiller y yo siempre estuvimos de acuerdo en que no habría más entregas de este relato a no ser que tuviéramos un excelente nuevo argumento –de modo que cuando surgió la idea de trasladar a Larry y a sus amigos al Smithsonian, sabíamos que habíamos dado con lo que queríamos. La idea no podía habernos entusiasmado más”.
El Smithsonian incrementó la escala de la producción, siendo la suya propia tan maravillosamente enorme. Considerado un faro de la cultura, la educación y la exploración en todo el mundo, el Smithsonian fue fundado en 1846 con un misterioso legado de medio millón de dólares donados por el científico británico James Smithson, quien, aunque nunca pisó los Estados Unidos, quiso que el país dispusiera de un lugar especial dedicado al “aumento y la difusión del conocimiento”. Más de ciento cincuenta años después, la Institución Smithsonian es uno de los ejes de nuestra capital nacional, el complejo museístico más grande del planeta y un depósito de todo: huesos antiguos, documentos históricos fundamentales de los EE.UU. y artefactos culturales como la silla de Archie Bunker. Cada año, unos veinticinco millones de visitantes se sienten deslumbrados y entusiasmados por todo cuanto se encuentra en su interior, desde los imponentes cuadros de la Galería Nacional a los aviones clásicos del Museo Nacional del Aire y el Espacio.
Para los realizadores, la misma idea de utilizar el Smithsonian no sólo como telón de fondo sino también como el mismo núcleo de una gran aventura cómica, fue como soltar en una pastelería a un grupo de niños con un hambre canina. Reavivó la pasión colectiva de todo el equipo original, incluidos los guionistas Thomas Lennon y Robert Ben Garant, que adaptaron una obra favorita de la literatura infantil, original de Milan Trenc, infundiéndole su propio y brioso sentido del humor para crear la primera Noche en el Museo.
Por lo que respectaba a Lennon y Garant, cuanto más grande fuera el museo, mayores serían las oportunidades de que se produjeran encuentros mágicos y combates sorpresa, y de que la narración resultara irresistible. “A diferencia del Museo de Historia Natural, todo el cual está bajo el mismo techo, el Smithsonian se extiende a lo largo del todo el Bulevar Nacional”, reflexiona Garant. “Nos enfrentamos al extraordinario reto de resolver el problema de cómo contar una historia que se desarrollara en todo el complejo sin que resultase una persecución sin pausa”.
Al cabo, la pareja de guionistas limitó el grueso de la acción del relato a unas pocas de las zonas más atrayentes del complejo museístico del Smithsonian: El Museo del Aire y del Espacio (el más visitado del mundo), el Castillo Smithsonian y el Monumento a Lincoln.
Pero, ¿qué es lo que podría hacer que Larry, neoyorquino hasta la médula, viajase hasta el Distrito de Columbia? La última vez que Lennon y Garant habían visto a Larry, éste se hallaba satisfecho de haber logrado, por fin, ser algo importante en la vida –un guarda nocturno con un conocimiento del Museo de Historia Natural que superaba cuanto cualquiera pudiese imaginar. Pero cuando se plantearon qué podría haberle ocurrido desde entonces, imaginaron que habría aspirado a lograr un éxito mayor. Larry, que es el inventor que está detrás de Daley Devices, se encuentra ahora más perdido que nunca, habiendo buscado fama y dinero a la vez que habiendo dejado atrás la amistad, la diversión y una meta en la vida. Del mismo modo, las piezas que abandonó en el museo también han sufrido un revés en su fortuna. Anteriormente adorados por niños de todo el mundo, han caído en desgracia en esta época de hologramas de alta tecnología, y, según descubre Larry, ahora están encajonados para ser enviados y almacenados en los recovecos más hondos de los depósitos del Smithsonian.
Esta situación fue el punto de partida del argumento. A continuación, los dos escribidores dejaron que el mismo Smithsonian, por el que vagaron día tras día, sala tras sala, como turistas obsesionados con los detalles, fuera el inspirador de la acción. Lennon observa que “cuando escribimos Noche en el Museo, todo en lo que pensábamos era en escribir una película divertida y rebosante de acción que gustase a todo el mundo. Ése fue precisamente nuestro enfoque sobre cómo utilizar el Smithsonian como escenario”.
Algunos de los temas más populares del Smithsonian despertaron la imaginación de los autores, llevándolos en una dirección completamente nueva. El tributo que el Museo del Aire y del Espacio rinde a la aventurera aviadora Amelia Earhart, y el avión Lockheed Vega de color rojo cereza (en el que atravesó el Atlántico rompiendo records) transportaron a los guionistas –y posteriormente a Larry- a un idilio imprevisto. Cuando la estatua de Amelia cobra vida, se convierte no sólo en la espabilada compañera de Larry sino también en el inesperado complemento romántico que le permite volver a apreciar el lado divertido de las cosas. “Desde el mismo momento en que vimos la exhibición de Amelia Earhart en el Museo del Aire y el Espacio, supimos que sería el personaje femenino que ayudaría a Larry a reencontrar su rumbo, literal y metafóricamente”, afirma Lennon.
Garant y Lennon se divirtieron de lo lindo con las arrolladoras bromas de Amelia, marcadas por una añeja afición a expresiones con chispa, salpicadas de expresiones como “soberbio”, “zarandajas” y “date el bote”. “Imaginamos que hablaría de forma parecida a la de Katharine Hepburn en una película de Howard Hawks”, explica Garant. “Fue muy divertido escribir diálogos de esa clase sacados de las grandes películas de la época”.
Amelia se convierte en seguida en el eje del relato, causando, en una única e inolvidable noche, un gran impacto en la futura dirección de la vida de Larry, aunque, por desgracia, la noche que tanto los aproxima no puede durar eternamente. El director/productor Shawn Levy observa: “Al desarrollar el nuevo argumento, creo que sacamos muchos de los rasgos que le encantaron al público en la primera película- es divertida, afectuosa y llena de espectáculo. Pero no nos detuvimos en ello, sino que buscamos algo nuevo. Esta vez no se trata sólo de un individuo que huye de las piezas que han cobrado vida. Es algo emocionalmente más interesante porque la historia de amor de Larry y Amelia se convierte en el núcleo de la película. Nuestro objetivo era que la secuela fuese más pasmosa y aventurera, pero también ahondar en los temas y las relaciones, y este guión lo consigue. Amelia es una auténtica fiera y ella y Larry viven un idilio tan maravilloso como agridulce porque saben que, al llegar el día, ella volverá a ser de cera”.
No menos divertida para los realizadores fue la oportunidad de reunir a algunas de las mentes más grandes y a varios de los aventureros más valientes. “Es asombroso lograr que los Aviadores de Tuskegee, de tanta importancia en la historia norteamericana, tengan la ocasión de agradecer a Amelia Earhart que despejara el camino permitiendo derribar las barreras de los prejuicios en la aviación”, afirma Levy. “Estas conversaciones nunca habrían tenido lugar en la vida real pero encierran grandes posibilidades cómicas amén de un poco de inspiración histórica”.
Larry necesita sin duda un socio que tenga un cierto dominio de la navegación cuando se encuentra en un mundo en el que cualquier cosa –y cualquiera- puede cobrar vida, y lo hace, cada vez que dobla una esquina. Claro que Larry ha visto andar a las estatuas y moverse a los modelos, pero nunca se ha encontrado dentro de la acción de algunos de los cuadros y fotografías más famosos del mundo. “El nuevo elemento, consistente en que el arte cobre vida en la galería, fue especialmente emocionante para mí como aficionado al arte”, asegura Levy. “Tenemos todo; desde el paisaje de tierras de labranza propio del Gótico Norteamericano, los ‘Halcones de la Noche’ de Edward Hopper, y la foto del Día de la Victoria sobre el Japón de [Alfred] Eisenstaedt. Fue emocionante abandonar el mundo real y adentrarse en estos mundos virtuales, en el interior de algunas de mis obras de arte favoritas. También hacemos que adquieran vida esculturas famosas, como ‘El Pensador’ de Rodin, una bailarina de Degas y otras muchas criaturas, incluido un enorme cefalópodo”.
Estimulados por las nuevas piezas de Washington, conocemos a muchos personajes nuevos, a los que se incorporan nuestros favoritos de la primera película, en su ‘Batalla por el Smithsonian’. Destaca entre todos el villano más nefando con el que Larry se ha tropezado en su vida: el faraón egipcio revivido Kahmunrah (Hank Azaria), el hermano más pequeño, y más mezquino, del Ahkmenrah de la primera película. El diabólico faraón pretende convertir el Smithsonian en el lugar en el que su Ejército del Mundo de los Muertos se apodere del mundo, reclutando a su propio y plurigeneracional “eje del mal” para que ponga sitio al museo. Los malhechores cuyo concurso obtiene incluyen a Iván el Terrible, el tristemente célebre zar ruso que se cree terriblemente incomprendido; el genio militar francés Napoleón Bonaparte, que sigue padeciendo por culpa de una ligera cuestión de altura; y un juvenil gángster americano con gran inclinación a darle gusto al gatillo, llamado Al Capone.
Otra reciente incorporación que desempeña un papel clave es el general Custer, el malhadado jefe militar de la Guerra del Secesión. Derrotado en la batalla de Little Big Horn, aparentemente ha sido víctima desde entonces de su escasa autoestima. “Elegimos a Custer porque sabíamos que queríamos contar con el anti-Teddy Roosevelt”, afirma Lennon, “alguien que dio unos malísimos consejos y que, a pesar de sus excelentes intenciones, ¡no ayudó lo más mínimo!”
Pudiendo jugar con tan carismáticos hombres de acción y con las salas del Smithsonian, Garant, Lennon y Levy se sintieron libres para imaginar números más alocados y audaces. “Con todas las ideas que salen del Smithsonian, no es posible conseguir una diversión mucho mayor”, asegura Levy. “Tenemos el Museo del Aire y del Espacio, en el que cada aeroplano, cada modelo y cada cohete cobra vida y quiere salir pitando del museo. Tenemos una secuencia de persecución dentro de una fotografía. Tenemos una escena en la que Amelia Earhart roba el aeroplano de los hermanos Wright, se escapa del Museo del Aire y del Espacio y realiza un aterrizaje forzoso en el Castillo Smithsonian. Y luego, tenemos la batalla campal, que es el combate culminante por el Smithsonian, en el que todos los personajes que conocemos y a los que adoramos –nuestro ejército de los buenos, formado por Larry, Amelia, Atila, el rey de los hunos, Sacajawea, el Pensador, Venus, el general Custer y los aviadores de Tuskegee- se enfrentan a Kahmunrah, Iván, Napoleón, Capone y el ejército de los desalmados en una épica batalla decisiva”.
Levy concluye con estas palabras: “Este era el tipo de argumento que tanto Ben como yo teníamos en mente cuando hablábamos de a dónde iríamos después con Larry Daley. Estaba lleno de comedia inteligente y perspicaz; de acción escandalosa y de mucho corazón –y luego conseguimos a un excepcional reparto que estuviera a la altura. Desde el primer día, a Ben y a mí nos unía la misma ansia devoradora de unir a los mejores actores y a los mejores técnicos para contar el relato. Si además de Ben uno cuenta no sólo con Amy Adams sino también con gente como Owen Wilson, Robin Williams, Hank Azaria, Christopher Guest, Bill Hader y Ricky Gervais, -todos ellos brillantes improvisadores, excelentes escritores cómicos por méritos propios, todos los cuales saben cómo adentrarse en lo desconocido de forma sorprendente- la calidad artística del elenco que se pone delante de la cámara es tan grande como la creatividad que impera en el equipo técnico, y eso es lo que convierte a esta película en algo tan especial”.
2. Los personajes
En la primera Noche en el Museo, Ben Stiller daba vida a un guarda cuyo nuevo empleo en el Museo de Historia Natural le fuerza a descubrir sus verdaderas posibilidades cuando trata de sobrevivir a una noche en la que cada pieza del museo cobra vida. . . y quiere cobrarlo a él como pieza. En NOCHE EN EL MUSEO 2 encontramos a Larry en una situación completamente nueva. Ha alcanzado el éxito. Como inventor de material para publirreportajes, ha logrado la fortuna e incluso su pizca de fama, aunque parece haber perdido algo esencial que no es del todo capaz de señalar. Mas tan pronto como se ve envuelto en esta nueva aventura en el Smithsonian, que le cambiará la vida, recuerda la importancia de la amistad y cuán maravilloso puede ser seguir las ideas más descabelladas. Shawn Levy sabía que la credibilidad de la segunda aventura de Larry dependería nuevamente de Stiller. Después de haber dirigido e interpretado una de los éxitos cómicos para menores acompañados más aclamadas de 2008, Tropic Thunder: Una Guerra Muy Perra, a Stiller le entusiasmó regresar al mundo, más inocente, del museo. “A Ben y a mí nos arrojaron a la primera película cuando apenas nos conocíamos”, dice Shawn Levy, “pero ahora nos sentimos muy cómodos y confiados –lo que nos da más libertad. Teníamos la sensación de que nos estábamos metiendo en algo todavía mayor para los dos. Y Ben tiene una mente cómica brillantemente rápida que uno sabe que va a crear todo tipo de momentos impagables”. Para Stiller, la oportunidad de volver a encarnar el papel de Larry dentro del Smithsonian era una fantasía infantil hecha realidad. “El Smithsonian fue siempre mi museo favorito”, asegura. “Siempre recordaré las veces que lo visitaba siendo niño porque allí tenían al U.S.S. Enterprise, la nave de Star Trek”. Pero en esta ocasión Larry encuentra que las posibilidades de éxito son menores, cuando tiene que combatir para liberar a sus amigos de los peligros de un antiquísimo mal. “Esta vez, a Larry no le sorprende que las piezas cobren vida porque sabe qué es lo que hay que esperar”, observa Stiller. “Luego ya conoce la forma de enfrentarse a estos extraños personajes y criaturas que surgen de la nada”.
En la nueva aventura de Larry había otro gran atractivo para Stiller: una relación amorosa con una de las mujeres más atractivas y misteriosas de la historia, Amelia Earhart. “La primera película resultaba un tanto solitaria porque era Larry enfrentado a las piezas del museo”, dice Stiller. “Pero ahora Larry tiene alguien con quien recorrer el Smithsonian y eso resultaba mucho más divertido”.
Lo único que Stiller no deseaba era reunirse con los monos capuchinos que resultaron tan molestos –y que pusieron en peligro su nariz- en la primera película. “Los monos han vuelto pero eso ni siquiera me medio entusiasmaba porque guardo memorias traumáticas de la primera experiencia”, bromea Stiller. “Pero supongo que es parecido a dar a luz en el sentido de que, como la parturienta, uno se olvida del dolor y vuelve a repetirlo. He de decir que Crystal es un verdadero profesional pero no sabe cómo ‘fingir’ un puñetazo”.
Lo que realmente movió a Stiller a repetir la experiencia fue el espíritu de la empresa en su conjunto –y la inspiración que podría salir de ella. “Para mí, fue una grata noticia saber que la primera película despertó en más gente las ganas de acudir a los museos. Es muy agradable oír que los niños se emocionan con los museos en una época en la que hay tantas otras distracciones”, asegura.
Pocas mujeres simbolizan el espíritu de aventura sin límites mejor que Amelia Earhart, la pionera de la aviación que cambió la historia son sus vuelos en solitario que destrozaron estereotipos y afectaron a generaciones enteras de mujeres. Tan famosa por su cacumen, su ingenio y su feroz independencia como lo fue por su temeraria habilidad a los mandos, Amelia llegó a ser conocida como “Lady Lindy” después de convertirse en la primera mujer piloto que cruzó el Atlántico. Se hallaba en la cumbre de su popularidad cuando desapareció sobre el Pacífico en 1937 –pero ha continuado siendo una heroína adorada en todo el mundo. . . y dentro del Smithsonian.
Amelia llegará a significar aún más para Larry cuando aterriza por sorpresa en su corazón durante su asombrosa noche en el Smithsonian. Para encarnar a Amelia por todo lo alto, Shawn Levy sabía que necesitaba una actriz con una dotación extra de carisma y clase, algo que encontró de sobra en Amy Adams, la joven y popular estrella que recibió su segunda candidatura a un Premio de la Academia® por La Duda, de John Patrick Shanley.
“Amy aporta mucho ingenio y un verdadero sentido vital al papel de Amelia Earhart”, dice Levy. “Es uno de los personajes femeninos más impasibles y fuertes que he visto en una película desde hace muchísimo tiempo”. A lo que Ben Stiller añade: “También aporta a la película gran hermosura”.
Dicho lisa y llanamente, Adams no pudo resistir la oportunidad de recrear alegremente a tan histórica heroína. “Amelia Earhart es una verdadera inspiración por su audacia y su fortaleza. Es el complemento ideal para Larry, porque le obliga a recordar quién es verdaderamente, a ver qué es lo realmente importante para él y a no dejar nunca que las oportunidades pasen de largo”, explica. “Me encantó investigar el personaje de Amelia, ¡pero esto no es en absoluto una película biográfica! Yo interpreto a una especie de versión emperejilada de Amelia, haciendo hincapié en sus cualidades más en onda”.
Prosigue la actriz: “La mayoría de las personas recuerdan a Amelia como la aviadora que desapareció trágicamente sobre el Pacífico, pero ella es mucho más. En una época en la que la gente necesitaba algo en lo que creer, se convirtió en la esperanza de la nación. Representaba un formidable optimismo y de esa forma tuvo un gran efecto sobre la gente –y ahora repite actuación con Larry”.
En efecto, Amelia implora constantemente a Larry que encuentre su arranque. ¿Y qué es ese misterioso arranque? Adams lo define como “el valor de ir hacia adelante con total convicción –pase lo que pase”.
Entretanto, Amelia tiene sus propios motivos para querer formar parte de la peligrosa misión de Larry para liberar a sus amigos del museo. “Quiere aprovechar la oportunidad de correr una aventura y vivir al máximo esta única noche de que dispone”, explica Adams.
Aun así, Adams tuvo que armarse de valor para las escenas en las que Amelia hace lo que mejor sabe hacer –salir volando en aviones clásicos del Museo del Aire y del Espacio. “Resulta irónico pero tengo miedo a volar”, dice Adams riéndose. “Pero me divertí mucho en la escena en la que tenemos que andar por el ala de la Máquina Voladora de los hermanos Wright. Quizá no sea físicamente tan audaz como Amelia Earhart pero tampoco me da miedo correr riesgos en la vida”.
Al igual que Amelia Earhart aprovecha hasta el último minuto de emoción y euforia de su única noche de vida, Adams sacó el máximo partido de lo que asegura que fue una producción extremadamente alegre. “En esta película me desmadré como nunca”, afirma. “Moví el esqueleto a lo loco, bailé con una bailarina de Degas, tuve que imaginarme a Abraham Lincoln vuelto a la vida. Tuve que trabajar con un increíble reparto. No podía haber sido más fantástico”.
El gran follón del Smithsonian comienza cuando el pergamino mágico que devuelve la vida a las piezas del museo despierta a Kahmunrah, el arrogante, engreído y amargado hermano de Akhmenrah, el faraón del que Larry se hizo amigo en el Museo de Historia Natural de Nueva York. Después de un sueño de tres mil años, Kahmunrah, al que no le llegan las vendas al cuerpo, se dispone ahora a hacer realidad el sueño que acarició durante tanto tiempo: abrir las Puertas del Mundo de los Muertos y dar rienda suelta a los ejércitos que en él se hallan –incluso si tiene que hacerlo luciendo lo que algún ignorante considera… una falda.
Para encarnar a Kahmunrah, Shawn Levy eligió Hank Azaria, el galardonado actor cuyo extraordinario talento le permite transformarse en un amplio elenco de personajes en el teatro, la televisión y el cine, así como interpretar un divertido repertorio de voces para éxitos del género de animación como Los Simpson. Esta película es la cuarta ocasión en la que Azaria ha compartido cartel con Ben Stiller, después de haber intervenido a su lado en Y Entonces Llegó Ella, Cuestión de Pelotas y Hombres Misteriosos. Esto es lo que Stiller opina de la elección: “Hank es básicamente capaz de hacer cualquier cosa con las voces y las caracterizaciones; y con Kahmunrah, halló el equilibrio perfecto entre interpretar a un perverso villano y ser, además, francamente divertido”.
Azaria describe resumidamente a su personaje como “el tío al que uno no quisiera haber despertado jamás, un infame medio fósil decidido a dominar el mundo. Le negaron el trono y, ahora, nada podría alegrarle más que tener una segunda oportunidad para intimidar a todos porque las cosas no le fueron muy bien en su vida anterior”.
Prosigue: “Es muy divertido interpretarlo por ser tan malo y tan perverso, y porque se pasa el día haciendo declaraciones solemnes. Habla de forma parecida a la de Boris Karloff, se esfuerza horrores para meter miedo pero en el mundo moderno el resultado es más parecido a algo cómico. El truco consistía en ser a la vez amenazante y ridículo”.
Engalanado con un espléndido conjunto de “rey del mundo”, que incluía una enorme prenda de cabeza que casi hizo caer a Azaria, una enjoyada gola y la infame túnica de Kahmunrah (¡que no es una falda!), Azaria disfrutó tratando de mantener fuera de su camino al Larry Daley interpretado por Ben Stiller. “Yo trataba realmente de hacer reír a Ben durante las tomas”, explica Azaria, “porque sabía que podía llegar a él; lo estaba haciendo bastante bien. Ben es un tipo divertidísimo y parte del gran encanto que tiene esta película consiste en verle reaccionar a medida que estas figuras históricas cobran vida de formas tan desternillantes”.
En su intento por hacerse con el control del Smithsonian y, al cabo, con el de todo el mundo libre, Kahmunrah recluta a un trío de elementos aterradores sacados de las piezas del museo –a saber, Iván el Terrible, Napoleón Bonaparte y Al Capone. Por problemáticos que estos tres hombres hubieran resultado para el mundo, Shawn Levy quería devolverlos a la vida haciendo un hincapié más cómico sobre sus defectos y flaquezas, y así fue cómo dio los papeles a tres cómicos de gran talento. Estos personajes pudieron haber representado en el pasado la maldad sin paliativos, pero después de haber estado años inmóviles como estatuas, cuadros y fotografías, su crueldad está un poco oxidada.
Christopher Guest se encarga de Iván el Terrible, quien jura que su nombre ha sido malinterpretado. El antiguo componente del reparto de “Saturday Night Live” y estrella de This is Spinal Tap, ha llegado a ser conocido como el maestro de lo que se ha denominado “burlomental”, o documental satírico, después de haber escrito, dirigido y protagonizado comedias tan aplaudidas como El Experto, Best in Show, Un Poderoso Viento y For Your Consideration. Ha dado vida a toda clase de personajes fuera de lo común, pero sin duda a nadie como Iván, al que molesta su fama de tirano.
“Era un tipo verdaderamente desagradable”, observa Guest, “aunque yo lo interpreto cómicamente, como un ruso descomunal y psicóticamente trastornado que le grita a la gente. Es distinto a cualquier papel que haya interpretado antes, pero eso es lo que resultaba tan divertido: formar este cuarteto de megalómanos con Capone, Napoleón y Kahmunrah”.
Hank Azaria asegura que, para provocar una carcajada, Guest era casi infalible. “Su acento resulta en cierta medida muy preciso, extremadamente aterrador y casi totalmente ridículo al mismo tiempo”, dice Azaria. “He echado a perder muchas tomas riéndome con él”.
De dar vida a una versión igualmente cómica del supuestamente canijo Napoleón se encarga el recién llegado a Hollywood Alain Chabat, una de las estrellas cómicas más aclamadas de Francia y apreciado guionista, director y productor en su tierra natal. “Alain es una gran estrella en Francia pero llegó a Los Ángeles y luchó en serio por conseguir el papel”, recuerda Levy. “Era una gran oportunidad hacer que a Napoleón lo interpretara un verdadero francés”.
Chabat logró su objetivo burlándose de su legendario compatriota, que, como emperador de los franceses, tenía tan gran complejo de inferioridad que se transformó en uno de los conquistadores europeos más hambrientos de poder. “Interpreto a Napoleón como a un hombre bajito, de muy mal genio y muy gritón”, dice Chabat, riéndose, “con un enorme tricornio y algunos problemas de altura. Básicamente, a estos tres malvados les sobra ego y tienen postura por arrobas”.
Chabat se admiraba al ver cómo la producción iba desarrollándose. “El guión era increíble; son tantas las cosas que suceden en cada hoja, con una escena divertida detrás de otra”, afirma. “Después, ver cómo iba creciendo la película cuando comenzamos el rodaje fue asombroso. Con estos enormes decorados, con personajes fantásticos y con grandes actores cómicos, seguido todo ello de efectos especiales –como ustedes dicen, todo un tinglado de primera. Shawn Levy tenía un asombrosa energía y continuamente nuevas ideas. Es un hombre fabuloso, ¡pero no creo que haya dormido jamás!”
Completando el trío tenemos a Jon Bernthal, una joven estrella en rápido ascenso que debe su fama a la comedia de situación, candidata al Emmy®, “The Class”. En el infame papel de Al Capone, el jefe del hampa de Chicago, Bernthal sale de una fotografía soltando más bravatas y usando un lenguaje más cáustico que los que es capaz de mantener.
“A Ben y a mí nos encantó la prueba de Jon”, asegura Levy. “Tiene muy buenas vibraciones, un rostro excelente y mezcla en la justa medida la agresividad y la comedia”.
Aunque ha habido muchos retratos cinematográficos del icónico Capone, Bernthal se vio a sí mismo como empezando de cero. “Ésta es una historia completamente distinta y yo quería de verdad hallar el lado cómico de Al”, explica. “Quise explotar la idea de que Al es extremadamente intenso y se toma demasiado en serio a sí mismo. También, a diferencia de la mayoría de los personajes de la película, Al Capone no es originariamente una estatua ni una escultura del museo, sino una fotografía, por lo que le hice que mantuviera en sus movimientos una cierta pose”.
A Bernthal le agradó especialmente pasar a formar parte de un conjunto de malos redomados. “Lo mejor de participar en esta película fue, sin duda, la gente con la que trabajé”, dice a modo de resumen. “Shawn y Ben son unos artista increíbles. Christopher Guest y Hank Azaria son dos de mis actores favoritos de siempre y Alain Chabat es un genio que yo no conocía. Y luego, además del material realmente divertido, tenemos un argumento que despertaría la imaginación de cualquiera. Para mí, esta película fue un sueño hecho realidad”.
Otro nuevo amigo que hace Larry Daley en el Smithsonian es un hombre que sigue siendo conocido por su mayor fracaso: el General Custer, el jefe militar de la Guerra de Secesión cuya derrota en Little Bighorn pasaría a la historia como la Última Batalla de Custer. Interpretar a Custer como un hombre que trata de recuperar su valor es una tarea que le ha caído en suerte a uno de los mayores talentos cómicos de la actualidad, Bill Hader, destacado miembro del reparto actual de “Saturday Night Live” y estrella de numerosas películas cómicas, entre las que se cuenta la de Ben Stiller Tropic Thunder: Una Guerra Muy Perra.
“Tan pronto como leí el guión supe que quería participar en esta película”, asegura Hader. “Es como la primera película sólo que multiplicada por mil. Es simplemente enorme. Lo divertido de todos estos personajes históricos que cobran vida es que no son simplemente caricaturas –cada uno tiene su propia trayectoria y todos ellos, incluido el General Custer, acaban viendo las cosas de una nueva forma”.
Hader estudió la fascinante vida de Custer –desde su época de cadete en West Point hasta sus escaramuzas con la tribu Lakota- dejando que el personaje evolucionara en una dirección que rebasara su propio tamaño real. “Yo quería cimentarlo en la realidad pero, al mismo tiempo, hacer de él alguien ligero y divertido. No es posible tener ese bigote y no tener ganas de divertirse”, añade. “La verdad es que Custer era un tipo locamente vanidoso. Por lo que tiene sentido que le afectara tanto su derrota. Y lo que es fantástico es que Larry pueda finalmente ayudarle a superarla”.
Uno de los retos a los que hubo de enfrentarse Hader fue el de montar el caballo característico del General Custer. “No me había subido a un caballo desde que tenía once años”, confiesa. “El nombre del caballo, irónicamente, era Ben. La primera vez que nos encontramos, estábamos rodeados de gente caracterizada como hombres de las cavernas, Hunos y Aviadores de Tuskegee, y el caballo no se sentía feliz. Afortunadamente, los encargados del caballo nos ayudaron a los dos a relajarnos”.
Lo mejor de todo para Hader fue la oportunidad de trabajar con tantos grandes de la comedia. “Ver a gente como Hank Azaria y Christopher Guest es el mayor sueño de cualquier fanático de la comedia”, reflexiona.
“Es fantástico volver”, afirma Owen Wilson, una de las muchas estrellas de la Noche en el Museo original que regresa para esta aventura totalmente nueva. Wilson repite el papel de Jedediah, el vaquero en miniatura de la colección del Museo de Historia Natural –actualmente cautivo en el Smithsonian.
Prosigue Wilson: “Todos disfrutamos horrores dando vida a estos maravillosos personajes en la primera película, nos hicimos grandes amigos y fue muy emocionante ver que el público familiar respondiera tan bien. Fue fácil regresar. El argumento es una continuación del camino que emprenden todos los personajes, pero también es una película mucho más grande y permite ver lo que ha progresado Shawn como director”.
El actor también confiesa que siente debilidad por el minivaquero del Salvaje Oeste. “No es más que un pequeño personaje al que apenas puede oírse clamar contra las injusticias del mundo”, comenta Wilson. “Lo grande de todo esto es que uno no puede exagerar cuando da vida a un personaje tan diminuto”.
Intercambiando nuevamente ingeniosas pullas con Wilson encontramos al igualmente diminuto general romano Octavio, interpretado por la estrella de la comedia británica Steve Coogan. “En la primera película, Owen y yo desarrollamos esta especie de píldoras cómicas que nos lanzamos mutuamente, y en esta ocasión llegamos aún más lejos”, observa. “Nuestros personajes también ven unos cuantos momentos más de acción e interpretan su propio y fundamental papel en la batalla contra Kahmunrah. Lo mejor fue que Shawn nos dio a Owen y a mí mucha libertad de acción para improvisar realmente y aportar ideas divertidas”.
En uno de los momentos más espeluznantes que vive Octavio en Washington, se encuentra con una ardilla de la Casa Blanca, que al diminuto hombre le parece un dragón ciclópeo. “¡Lo que Octavio ve en esa ardilla es un enorme y peludo dinosaurio! Pero domina la situación a lo grande”, afirma Coogan.
Otro personaje sin el que, en opinión de Shawn Levy, no podía haber segunda aventura es el propio héroe que inspira a Larry Daley, Teddy Roosevelt, encarnado con su inimitable brío cómico por Robin Williams. En esta ocasión Williams da vida al lenguaraz vigésimo sexto presidente de los Estados Unidos en varias de sus distintas representaciones, desde la estatua de cera de Nueva York hasta un busto de gran tamaño que se encuentra en Washington.
“Volver a encarnar a Teddy es maravilloso”, afirma Williams. “Nunca antes había rodado una segunda parte, por lo que consideré un regalo tener la oportunidad de meterme de nuevo en el personaje de tan notable hombre. Hay algo que transmite poder y que estimula cuando se interpreta a tan dinámico ser humano, que no sólo fue presidente sino también botanista, naturalista, cazador, autor, excelente cocinero, y que, además, según su mujer, besaba francamente bien”.
Prosigue el actor: “Soy un gran aficionado a la historia –y a no repetirla. Me encanta que esta película pueda hacer que los niños pregunten quiénes eran Amelia Earhart o Teddy Roosevelt, y se den cuenta de que no son sólo estatuas, sino que fueron personas reales con personalidades fascinantes”.
El nuevo ambiente también atrajo mucho a Williams. “El Smithsonian es el siguiente escalón en cuanto a grandeza”, afirma. “La idea de que todo lo que aquí se contiene -desde los cuadros de la galería de arte a los aviones del Museo del Aire y del Espacio- cobre vida proporciona un lienzo infinito con el que jugar”.
Mizuo Peck, que regresa en el papel de la guía Shoshone, Sacajawea, asegura que esta vez había una gran diferencia. “En esta ocasión, somos los buenos luchando contra los malos en el Smithsonian”, explica. “Además, esta vez Sacajawea participa en la acción y le mete a alguno en vereda con un arco y una flecha, algo que me hizo disfrutar de veras. Era impresionante tener tantos y tan grandes personajes y actores nuevos”.
De forma parecida, Patrick Gallagher tampoco podía soportar la espera hasta volver a enfundarse el atuendo de Atila, el Rey de los Hunos –por más que se compusiera de unos veinte kilos de piel de yak, cuero y metal. “¡Me divertí tanto la primera vez y me emocionaba tanto volver a hacerlo”!, asegura. “Si aquélla era algo grande, ésta es algo inmenso. Pero para mí es fantástico porque los hunos se convierten en héroes en una de las mayores batallas que se libran en el Smithsonian”.
A Larry Daley le aflige volver a tropezarse con un personaje en especial –su antiguo jefe del museo, el pelmazo meticuloso del doctor McPhee, interpretado como sólo Ricky Gervais, maestro del impertérritamente molesto personaje, puede hacerlo. “El doctor McPhee sigue siendo un hombre felizmente ignorante no sólo de lo que sucede por la noche en el museo sino en todos los apartados de su vida. Carece por completo de sentido del humor, aunque él piensa que lo tiene”, explica Gervais. “Creo que esta vez es todavía más raro, lo que hace que sea muy divertido interpretarlo”.
Y añade el actor: “Lo mejor de ser el doctor McPhee fue tratar de ser tan raro como para comerle la moral a Ben Stiller. Eso fue lo más divertido del mundo. Todo mi objetivo consistía en hacer que Ben dijera: ‘Eso es ridículo’. Pero, naturalmente, en el fondo, el doctor McPhee aprecia a Larry y tiene la sensación de que están empezando a hacerse amigos. Después de todo, Larry es probablemente la única persona que aguanta sus pequeñas manías”.
El mono capuchino Dexter también se reincorpora para atormentar a Larry. El primate brasileño es interpretado otra vez por las simiescas estrellas Squirt y Crystal, a las órdenes de los amaestradores de animales Tom Gunderson y Anthony Suffredini. Levy comenta que sus irracionales actores siguen causando impresión. “Creo que Crystal es la mejor actriz entre las monas de todo el mundo. Interpreta dos papeles: el de Dexter, el mono de Nueva York, y Able, el Mono del Espacio del Smithsonian, ¡lo que hizo que su trabajo fuera tan complicado como el de cualquiera de los que intervienen en la película!”
3. El diseño
Cuando los realizadores tuvieron por primera vez la idea de NOCHE EN EL MUSEO 2, sabían que su primera batalla sería tratar de obtener acceso a un complejo museístico con grandes medidas de seguridad, como parte que es del Capitolio de los EE.UU., por no hablar de un museo que jamás había permitido que las cámaras de cine traspusieran ninguno de sus muchos umbrales. Finalmente, a la producción se le concedió un permiso sin precedentes para rodar escenas en el Smithsonian, pero con una salvedad: tendrían que hacerlo durante las horas de visita porque el Smithsonian no se cierra ni para hombre ni para producción cinematográfica alguna. “Cuando rodábamos allí era básicamente como hacer teatro en directo”, dice Levy, riéndose, “porque Ben tenía que interpretar escenas para la cámara con varios cientos de personas mirándole a escasa distancia”. A lo que Stiller apostilla: “Fue divertidísimo; algo así como hacer un programa en directo en un parque de atracciones”. Estaba muy bien rodar algunas escenas en el Smithsonian, pero para librar devastadoras batallas, hacer estragos en general e incluso hacer volar aviones en las salas del museo, la producción necesitaba un espacio mucho más flexible y mucho menos frágil. Esencialmente, lo que Levy necesitaba era construir réplicas funcionales y completas del Museo del Aire y del Espacio y del Castillo –lugares en cuya creación se ha empleado un siglo- en apenas unos meses. Para hacer frente a esta descomunal tarea, Levy volvió a hacerse con los servicios de Claude Paré, el diseñador de producción que había dado vida tan majestuosamente al Museo de Historia Natural de Nueva York en la primera película. “Claude hizo tantas cosas asombrosas para nuestra primera película que es difícil creer que en ésta lo eleve todo a un nivel superior”, dice Levy. La escala era tan enorme que simplemente encontrar un lugar para construir los decorados era todo un reto. “El primer problema era que necesitábamos un decorado para el Museo del Aire y del Espacio que pudiera albergar los cohetes porque yo estaba seguro de no querer que fueran simplemente creaciones informáticas”, explica Levy. “En un estudio de sonido nos faltaría espacio, por lo que tuvimos que alquilar un astillero en el que se construyen transbordadores, porque era el único lugar suficientemente grande como para que en él tuvieran cabida algunos de los decorados más grandes jamás creados”.
Prosigue: “Dentro, el equipo de Claude lo reconstruyó todo: desde la superficie de nuestro satélite a los vehículos lunares del proyecto Apolo, pasando por el Lockheed Vega de Amelia Earhart y la Máquina Voladora de los hermanos Wright. Todo se construyó a escala y todo es igual que los objetos auténticos, desde el color de la alfombra a los apliques de la luz. Claude recreó el monumento del Bulevar Nacional conocido como el Castillo Smithsonian, que nuestros bribones utilizan como un gótico escondite, y construyó su propia versión del Monumento a Lincoln. Esto era lo más grande que se despacha en el género”.
El elenco se quedó anonadado viendo cuánto se desvivió Paré para conseguir que el fantástico mundo de la película diera una completa sensación de realidad. “Los decorados eran increíbles”, afirma Amy Adams, “tan enormes, tan llenos de detalles y tan a la última. Para los actores, disponer de todo esto para trabajar era sencillamente mágico”. Christopher Guest asegura, en broma: “Ni me di cuenta de que eran decorados sólo para unos días. ¡Pensé que estábamos en un museo!”
Con todo, al principio, hasta Paré se sintió intimidado por la tarea. “Era francamente aterrador captar el ámbito de todo lo que tenía que ser reproducido”, reconoce. “Yo sabía que supondría un reto de proporciones asombrosas”. Paré dio comienzo a su misión haciendo la visita de su vida al museo –pasándose toda una semana entre bastidores en el Smithsonian y tomando extensas notas sobre todo lo que asimiló, dejando, al tiempo, que todo encendiera su imaginación. “Vi la historia del mundo delante de mis ojos”, afirma. “Todas las civilizaciones, las épocas y los artefactos y el cuidado con que todo ello se conserva. Hasta me dejaron entrar en los archivos, donde tienen artefactos que nunca se exhibirán y que ocupan unas estanterías de longitud equivalente a diez campos de fútbol. Vi los trajes y el equipo utilizados por los cosmonautas que viajaron a la Luna. Fue una experiencia pasmosa”.
Desde el principio supo que para su equipo de diseño, la joya sería el Museo del Aire y del Espacio, que se reproduciría, en efecto, en uno de los decorados más grandes jamás construidos: con sus dos pisos, y sus veinticinco metros de altura por más de cien de longitud, copiaba la misma espectacular arquitectura de vidrio y acero del original. Muchas de las piezas que contiene fueron construidas partiendo de cero y basándose en bocetos, pero algunas otras fueron reproducidas con auténticos aviones de época, incluido un reactor de caza F-104 que fue desmantelado para su envío y nuevo montaje en el decorado.
La decoradora de platós Lin Macdonald trabajó en estrecha colaboración con Paré para reconstruir muchos de los históricos aviones. La Máquina Voladora de los hermanos Wright la dejó especialmente impresionada. “Está fabricada por completo de tela y madera muy delgada”, reflexiona. “Es asombrosa pero resulta imposible caminar sobre alas como ésas, por lo que la reconstruimos usando fibra de vidrio y luego la tapizamos para que pareciera de tela. Por debajo era resistente como el acero”.
De forma semejante, el famoso Lockheed Vega rojo de Amelia Earhart asombró a Macdonald por su endeblez. “Estaba fabricado de contrachapado y resulta aterrador pensar que ella cruzó el Atlántico en eso. Trabajamos a base de modelos y fotografías para recrearlo tan parecido al original como fuera posible, dadas las escenas que teníamos que realizar con él”, dice Macdonald. Y Paré añade: “El Vega de Amelia es una pieza magnífica. El tablero de mandos es preciso, la hélice gira de verdad. Pero un detalle que no escapará a los especialistas en aviación es que la puerta se abre del lado contrario; tuvimos que hacerlo para obtener las mejores tomas cuando el avión aterriza en Central Park”.
Dentro de la galería de arte, cuadros y fotografías adquieren vida planteándole más retos a Paré, quien diseñó unos decorados reducidos a lo estrictamente esencial –incluido uno para la icónica fotografía, titulada “El Beso”, de un extático marinero y una deslumbrante enfermera, tomada en 1945 en Times Square por Alfred Eisenstaedt el día de la victoria sobre el Japón. La infografía crearía después un mundo rebosante de celebraciones, bailes alocados y soldados tocando trompetas. “Usando guiones gráficos y animatrónica, y consultando con el equipo de efectos visuales, pudimos determinar exactamente lo que necesitábamos construir y dónde dejar espacio para las cámaras y los raíles de control del movimiento, ya que la mayoría de estas escenas fueron creadas mediante infografía”, explica Paré.
El Castillo era uno de los favoritos de Paré por ser su atmósfera tan intensa. “Queríamos hacer que estos decorados tuvieran un aspecto realmente grandioso, por lo que utilizamos una interpretación más libre de lo que el Castillo del Smithsonian contiene. Jugamos mucho con los acabados, utilizando auténtica pizarra con un vidriado en tono sepia que armonizara con la arquitectura gótica del edificio”, explica.
Por último, al haber destruido los decorados de la primera película, Paré tuvo que volver a empezar desde el principio y reconstruir por completo la sala central de Museo de Historia Natural –volviendo a repetirlo todo. “Aunque teníamos que reconstruirlo por completo, tan pronto como Sacajawea y Teddy Roosevelt y todos los personajes clásicos entraron en el decorado, nos sentimos una vez más como en casa”, observa Paré.
A pesar de todo el esfuerzo que él y su equipo de expertos pusieron en la tarea, Paré no tiene duda alguna de que sus decorados, al igual que el museo, sólo cobran vida cuando está presente la magia adecuada. “Un decorado no es más que una construcción hasta que el reparto se mete en él”, asegura. “Ben Stiller y este asombroso elenco dan vida a todo esto, en parte, gracias a sus actuaciones. Al fin y al cabo, son ellos los que convierten estos decorados en algo real”.
La misión de captar tan enorme escala y la energía cinética de la película, dejando a la vez espacio para que los enormes efectos infográficos se entrelazaran a la perfección, le correspondió al director de fotografía John Schwartzman. Candidato a un Oscar por su trabajo en Seabiscuit: Más Allá de la Leyenda, Schwartzman también afinó sus dotes para la aventura en La Búsqueda: El Diario Secreto, y se entusiasmó al hallar formas de trasladar a la pantalla espacios tan inmensos llenos de tanta acción. “La escala de esta película fue un reto emocionante”, dice. “Y luego tienes que tener en cuenta que estás trabajando con una mezcla de personajes reales y de personajes que van a ser creados digitalmente después, o con actores que van a ser reducidos a la vigésima parte de su tamaño real. Fue un proceso muy interesante y muy divertido”.
La clave era prepararse hasta el último detalle. . . y estar luego listo para que todo sucediera con total espontaneidad, comenta Schwartzman. “La comedia es un género escurridizo y no siempre se puede repetir, por lo que el secreto consiste en mantener las cámaras en movimiento. Cuando los actores son presa de un arrebato, nadie quiere perder ese impulso. Creamos una infraestructura con la que pudiéramos movernos de un sitio a otro muy rápidamente. Mereció la pena con creces”.
Una de las tomas más espectaculares de acción real captadas por Schwartzman es el clímax de la película, cuando el Lockheed Vega de Amelia Earhart realiza un espeluznante aterrizaje en el Central Park de Nueva York –y rueda hasta la misma entrada del Museo de Historia Natural. “Yo quería que la gente supiera que no había ningún truco informático”, dice Shawn Levy. “Transportamos nuestra réplica de tamaño natural del Vega a Nueva York, cerramos la parte oeste de Central Park durante la noche, y el equipo de John lo iluminó todo para crear una increíble imagen que no se puede ver en la vida real. Lo tengo como uno de los momentos de rodaje más mágicos que jamás haya vivido”.
Imagínense viajando a través del tiempo, en lo que dura un parpadeo, desde el Chicago de la ley seca al antiguo Egipto, a la Rusia del siglo XVI y a una nave espacial de la NASA de los años sesenta, y se harán una idea del trabajo a que tuvo que hacer frente la diseñadora de vestuario Marlene Stewart en NOCHE EN EL MUSEO 2. A diferencia de la mayoría de las películas que tienen lugar en un único periodo o, como mucho, en unos pocos, Stewart se enfrentó a un verdadero cuerno de la abundancia que contenía vestidos correspondientes a todo el ámbito de la historia humana. Para Stewart, que es licenciada en Historia, el reto no pudo haber resultado más entretenido.
Habiendo colaborado recientemente con Ben Stiller en el éxito cómico Tropic Thunder: Una Guerra Muy Perra, fue el protagonista quien la recomendó para el puesto. “Estaba realmente deseosa de volver a trabajar con Ben”, recuerda. “Luego, cuando leí el guión, lo vi como una oportunidad de ensueño para hacer algo realmente distinto, una especie de dosis fantástica de prendas históricas más o menos precisas. Me encantó estudiar e investigar los distintos periodos históricos y examinar diversos tejidos de esas épocas –y darle luego nuestro propio toque a las cosas”.
Stewart trabajó con cada actor por separado para fundir también sus ideas sobre el vestuario con la personalidad de cada uno. “Yo considero que mi trabajo no consiste sólo en hacer que el concepto del director y los decorados del diseñador de producción encajen, sino también en hacer lo propio con el enfoque que los actores adoptan respecto de sus personajes”, dice.
Caso práctico: la vestimenta del ficticio faraón Kahmunrah, un ejemplo magníficamente exagerado de los distintos talentos de Stewart. Para ajustar la ropa al cuerpo de Hank Azaria, hizo un escaneado con láser del actor y creó la armadura directamente a la medida, un proceso que duró meses. “Se trata probablemente de mi traje favorito”, afirma. “Hicieron falta muchos elementos reales –las típicas formas faraónicas, la armadura que realmente llevaba durante los ritos ceremoniales de la época, las míticas criaturas egipcias como el dios Horus– y los mezclamos todos creando formas que yo pensé que serían históricas, pero que mantendrían la sofisticación que el público espera de una película contemporánea”, explica Stewart. “Hay mucho detalle y mucho es lo que atrae la vista. En cuanto a la prenda de cabeza, Hank tuvo que ensayar para mantener el equilibrio cuando la llevaba a fin de evitar perderlo y caerse”.
Stewart también disfrutó dando marcha atrás en la historia de los Estados Unidos, especialmente para el atuendo de piloto de Amelia Earhart, con sus clásicos pantalones de montar y forros de piel de oveja, y para las secuencias que se desarrollan dentro de la fotografía que Alfred Eisenstaedt tomó en Times Square el día de la victoria. “Me encanta la ropa de los años treinta y cuarenta”, comenta, “y vaciamos las tiendas de ropa de Los Ángeles hasta hallar algunos auténticos tesoros”.
Para convertir a Christopher Guest en Iván el Terrible, Stewart volvió a seguir el ejemplo que le daba la historia. “Examinamos algunos grabados de libros y algunos cuadros que se realizaron efectivamente en el siglo XIX y utilizamos esa especie de silueta medieval clásica”, explica. “Pero luego confeccionamos abrigos con centenares de diminutas cabezas de clavo, en lo que es una especie de toma de alta costura de Iván el Terrible”.
Quizá el eje del vestuario, asegura Stewart, fuera la pieza que lo provocó todo: el uniforme básico de guarda nocturno de Larry Daley. “Es un traje muy sencillo pero que combina a la perfección con su personaje”, observa Stewart. “Cuando Larry vuelve a ponerse el uniforme, se produce un momento clásico”.
Cuando la lápida mágica del Museo de Historia Natural encuentra el camino que lleva al Smithsonian, sucede algo encantado al mismo tiempo que toda una nueva hueste de piezas cobra vida. Lo que hizo esto posible fue la consumada hechicería visual de un equipo de efectos visuales encabezado por el Supervisor de Efectos Visuales Dan Deleeuw, creador de los efectos informáticos para personajes como el Tiranosaurio de la primera Noche en el Museo, y completado por la galardonada empresa de efectos Rhythm & Hues. Juntos, serían responsables de crear un mundo en el que las estatuas de mármol echan a correr; centenarios aeroplanos de conglomerado se elevan a las alturas, monumentos nacionales hablan y el mundo egipcio de los muertos se abre de golpe en el interior del Castillo del Smithsonian.
A pesar de haber participado en la anterior aventura de Larry Daley, Deleeuw se quedó atónito por el deslumbrante catálogo de efectos que exigiría la segunda. “Mi primera reacción a NOCHE EN EL MUSEO 2 consistió simplemente en preguntarme cuán grande sería la película”, dice. “Luego, me di una vuelta por el Smithsonian que me reveló hasta qué extremo las ideas podrían ser incluso más ilimitadas. Recorriendo el Bulevar Nacional y visitando el Monumento a Lincoln, y sintiendo de verdad la influencia de Lincoln sobre el país, resultó muy emocionante pensar que íbamos a darle vida a todo aquello”.
El supervisor prosigue afirmando que “aparte del mero tamaño de la producción, otra novedad era que el componente fantástico era mayor. No sólo las piezas vuelven a la vida como sucedía en la primera entrega, sino que además las Puertas del Mundo de los Muertos se abren, descubriendo posibilidades de todo tipo para unos efectos de lo más, como guerreros con cabeza de halcón. Creo que lo que verdaderamente diferencia a esta película es la mera diversidad de los efectos que se necesitaron. A una escala superior, tenemos el Monumento a Lincoln, que reconstruimos por entero dentro del ordenador; a una menor, cómo no hablar del pequeño Einstein que realiza movimientos cortos y rápidos con la cabeza, y que es el personajillo más salado y más inteligente que ha existido. Cada reto era tan emocionante e interesante como el siguiente”.
Uno de los efectos más cercanos al corazón del director Shawn Levy y más queridos por él fue darle vida digitalmente al mundo que se oculta en el interior de obras de arte de fama mundial –desde el universo de los cartones de Roy Lichtenstein, hasta la colección de objetos norteamericanos de Edward Hopper. “Shawn es un gran amante del arte y meditó mucho sobre cuáles de las muchas y asombrosas obras utilizaríamos”, precisa Deleeuw. “A continuación, nos dedicamos a desarrollar distintas técnicas infográficas para distintos tipos de soportes artísticos. Para una acuarela, ideamos una técnica; para una pintura al óleo, otra. Estábamos realmente trabajando con pinceladas y poniéndolas en movimiento, tratando de mantener viva en la pantalla la intención del artista. Y eso era muy emocionante; en especial, cuando uno se da cuenta que está exponiendo a personas al influjo de esas grandes obras de arte”.
El desafío era todavía mayor cuando se trataba de las esculturas del “Pensador”, de “Venus” y de la estatura de casi seis metros del presidente Abraham Lincoln que se alza dentro de su Monumento. Todas tenían que saltar de sus pedestales al mundo real. “Lo difícil fue que queríamos que las estatuas parecieran realmente de mármol y bronce pero que, al mismo tiempo, tuvieran un movimiento realista como si estuvieran paseando”, explica Deleeuw. “Como la piedra no se estira como la piel, el problema consistía en hallar un modo de moverse que pareciera natural. Irónicamente, habíamos empleado los últimos diez años de animación infográfica buscando modos de hacer que la piel tuviera menos apariencia pétrea y ahora estábamos dando un giro de 180º, haciendo que la piedra funcionase como piel”.
Una clase distinta de diversión tuvo lugar dentro del Museo del Aire y del Espacio. “Una de las cosas que Shawn quería era que todos los cohetes y aviones sacados de su sueño estuvieran listos para despegar realmente; así que utilizamos verdadero nitrógeno líquido saliendo de los cohetes y lanzallamas para crear éstas”, nos dice Deleeuw. “Luego, cuando llegó el momento de que Larry y Amelia se subieran a la Máquina Voladora de los Hermanos Wright, nos encantó la idea de crear algo muy atrevido y hacer que realizaran unas locas maniobras acrobáticas a través de las salas. Naturalmente, no podíamos rodar esa escena en el auténtico museo por lo que acabamos construyendo miniaturas junto con una animación informatizada del Museo del Aire y del Espacio. En la última secuencia participa el aeroplano de tamaño natural sobre una base en movimiento que simula giros y cabeceos, con miniaturas que creamos y con versiones digitalizadas de Ben Stiller y Amy Adams. Fue una fantástica mezcla de la vieja escuela y de la nueva”.
Rodar alrededor de una falange de personajes que pronto se convertirían en criaturas informatizadas también mantuvo alerta a Levy. “¡En algunos casos, yo dirigía escenas en las que la mitad de lo que debería aparecer en pantalla era invisible!”, explica. “Cuando uno fija un ángulo de cámara o dirige la actuación de un actor, se encuentra en un vacío. Los mayores retos fueron las escenas en las que Larry y Amelia están hablando con Lincoln. Amy y Ben tenían que interpretar una escena de cinco páginas mirando a una pelota de tenis que se sostenía en el aire, y conmigo al micrófono, tratando de acercarme a mi idea de cómo podría sonar la voz de Lincoln. La última batalla fue, probablemente, el quid de todo ello. Teníamos a soldados egipcios con cabezas de halcones, así como a Lincoln, a las esculturas del ‘Pensador’ y ‘Venus’, por no hablar de un calamar gigante. ¡La sala estaba repleta de cosas que no estaban allí!”
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